¿Qué cumple los requisitos de todos nuestros deseos? ¿Una casa nueva impecable, dotada de todas las instalaciones, posiblemente hasta de domótica aplicada? ¿O una casa de segunda mano que nos ofrece rincones singulares y muy personales, la cual podemos dotar de las instalaciones a nuestro gusto y comodidad a través de una reforma?
Ambas opciones, plenamente válidas, nos ofrecen ventajas y desventajas. Pero pasemos a analizar qué nos aporta cada opción.
Una vivienda a estrenar, por lo general, cuentan con un diseño moderno y elegante, combinado con los elementos más actuales para la eficiencia energética y el ahorro en su climatización. También ofrecen la ventaja de ser espacios totalmente diáfanos y lisos que otorgan mayor libertad al nuevo propietario en su decoración y amueblado. En su contra una vivienda de obra nueva y en general suele marcarnos una mayor distancia a los núcleos urbanos, ya que el suelo urbanizable libre queda a las afueras de las ciudades y un precio en muchos casos fijo, ya que las promotoras lo fijan en función de los márgenes y costes de su construcción.
Por su lado una vivienda de segunda mano, nos otorga un abanico geográfico mayor, para escoger según nuestras preferencias, dado que pertenecen al núcleo de las ciudades o bien se edificarón en zonas más alejadas y tranquilas años atrás.
Una casa de segunda mano y antigua, además ofrece al comprador estructuras muy personales y con encanto, que si bien pueden parecer un obstáculo para integrarlas con la decoración, el resultado final puede ser impresionante. En su contra y de manera evidente, está su reforma para obtener las condiciones de habitabilidad y comodidad deseadas, con el añadido tiempo de realización.